Y aunque nuestros corazones se alegraran ante tan dulce sonido, no logramos distinguir que era, ni lo que significaba, solo era una melodía que flotaba en el aire...
una inolvidable y eterna melodía.
Un día, llegó la hora de quitarse las vendas... y ante nuestros ojos maravillados apareció un mundo lleno de colores... sin embargo, esa melodía no terminaba nunca de sonar...
Siempre te busqué, sabía como encontrarte... pero nunca volvimos a cruzar los caminos con la misma melodía... los sonidos habían cambiado, un nuevo ritmo se unía a la danza de tonalidades... el ritmo de un corazón que día a día dejaba de soñar, que poco a poco perdía su fuerza, y que simplemente no quiso cantar más... nunca más.